sábado, 15 de noviembre de 2014

Fragmento de "La madre naturaleza".

Entre tanto llovía a más y mejor. Sin embargo, así que hubo pasado cosa de una hora, el 
chubasco se aplacó casi repentinamente, pareció que la gruta se llenaba de claridad, y una bocanada 
de fragancia húmeda la inundó: el tufo especial de la tierra refrigerada y el hálito de las flores, que 
respiran al salir del baño. También a los refugiados se les dilataron los pulmones, y a un mismo 
tiempo se lanzaron fuera del escondrijo, hacia la boca de la cueva. 

Allí se pararon deslumbrados por inesperado espectáculo. La atmósfera, en su parte alta, estaba 
barrida de celajes, diáfana y serena: lucía el sol, y sobre el replegado ejército de nubes, se erguía 
vencedor, con inusitada limpidez y magnificencia, un soberbio arco iris, cuyo arranque surgía del 
monte del Pico Medelo, cogía en medio su alta cúspide, y venía a rematar, disfumándose, en las 
brumas del río Avieiro.

                                                                                                    La madre naturaleza (1887)
                                                                                                    Emilia Pardo Bazán

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