viernes, 21 de noviembre de 2014

Desafío diario (Poema de creación propia).

Vemos cómo cada segundo que pasa al lado nuestro muere,
cómo trabajamos para seguir adelante, codo con codo,
y supongo que hay días que puedo con todo
y días que todo me puede.

Hay días que te levantas con el pie izquierdo
y días que habría sido mejor no levantarse de la cama,
pero ahí está el reto, en desafiar a esa dama,
la que llamamos Vida y nos mata con algún recuerdo.

Vemos cómo cada segundo que pasa al lado nuestro muere,
cómo trabajamos para seguir adelante, codo con codo,
y supongo que hay días que puedo con todo
y días que todo me puede.

Miro al mundo y ya no veo los mismos niños pequeños,
que lloran, que ríen, que juegan, que con poco se sienten poderosos,
solo veo una panda de adultos que más que felices, están celosos,
que necesitan humillar a otra persona para verse satisfechos.

Vemos cómo cada segundo que pasa al lado nuestro muere,
cómo trabajamos para seguir adelante, codo con codo,
y supongo que hay días que puedo con todo
y días que todo me puede.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Fragmento de "La Regenta".

Esta costumbre de acariciar la sábana con la mejilla la había conservado desde la niñez. Una mujer seca, delgada, fría, ceremoniosa, la obligaba a acostarse todas las noches antes de tener sueño. Apagaba la luz y se iba. Anita lloraba sobre la almohada, después saltaba del lecho; pero no se atrevía a andar en la obscuridad y pegada a la cama seguía llorando, tendida así, de bruces, como ahora, acariciando con el rostro la sábana que mojaba con lágrimas también. Aquella blandura de los colchones era todo lo maternal con que ella podía contar; no había más suavidad para la pobre niña. Entonces debía de tener, según sus vagos recuerdos, cuatro años. Veintitrés habían pasado, y aquel dolor aún la enternecía. Después, casi siempre, había tenido grandes contrariedades en la vida, pero ya despreciaba su memoria; una porción de necios se habían conjurado contra ella; todo aquello le repugnaba recordarlo; pero su pena de niña, la injusticia de acostarla sin sueño, sin cuentos, sin caricias, sin luz, la sublevaba todavía y le inspiraba una dulcísima lástima de sí misma. Como aquel a quien, antes de descansar en su lecho el tiempo que necesita, obligan a levantarse, siente sensación extraña que podría llamarse nostalgia de blandura y del calor de su sueño, así, con parecida sensación, había Ana sentido toda su vida nostalgia del regazo de su madre. Nunca habían oprimido su cabeza de niña contra un seno blando y caliente; y ella, la chiquilla, buscaba algo parecido donde quiera. Recordaba vagamente un perro negro de lanas, noble y hermoso; debía de ser un terranova. ¿Qué habría sido de él?. El perro se tendía al sol, con la cabeza entre las patas, y ella se acostaba a su lado y apoyaba la mejilla sobre el lomo rizado, ocultando casi todo el rostro en la lana suave y caliente. En los prados se arrojaba de espaldas o de bruces sobre los montones de yerba segada. Como nadie la consolaba al dormirse llorando, acababa por buscar consuelo en sí misma, contándose cuentos llenos de luz y de caricias. Era el caso que ella tenía una mamá que le daba todo lo que quería, que la apretaba contra su pecho y que la dormía cantando cerca de su oído.

                                                                                                           La Regenta
                                                                                                           Leopoldo Alas, Clarín

Fragmento de "El dúo de la tos".

«¿Eres joven? Yo también. ¿Estás solo en el mundo? Yo también. ¿Te horroriza la muerte en la soledad? También a mí. ¡Si nos conociéramos! ¡Si nos amáramos! Yo podría ser tu amparo, tu consuelo. ¿No conoces en mi modo de toser que soy buena, delicada, discreta, casera, que haría de la vida precaria un nido de pluma blanda y suave para acercarnos juntos a la muerte, pensando en otra cosa, en el cariño? ¡Qué solo estás! ¡Qué sola estoy! ¡Cómo te cuidaría yo! ¡Cómo tú me protegerías! Somos dos piedras que caen al abismo, que chocan una vez al bajar y nada se dicen, ni se ven, ni se compadecen... ¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué no hemos de levantarnos ahora, unir nuestro dolor, llorar juntos? Tal vez de la unión de dos llantos naciera una sonrisa. Mi alma lo pide; la tuya también. Y con todo, ya verás cómo ni te mueves ni me muevo.»
                            
                                                                               El dúo de la tos (Cuentos morales)
                                                                         Leopoldo Alas, Clarín



Leopoldo Alas, Clarín.

Nació en 1852, en la ciudad de Zamora, donde su padre (asturiano) era gobernador. En 1859, toda su familia se trasladó a Oviedo, y desde entonces su vida estuvo ligada a esa ciudad y a Asturias en general. Estudió Derecho y seguidamente comenzó a colaborar en periódicos y revistas con el seudónimo de Clarín. Ya siendo catedrático de Derecho en la Universidad de Oviedo desde 1883, alternó su profesión con una intensa actividad literaria hasta su muerte, en 1901.

Ideológica y políticamente, Clarín fue un liberal republicano, defensor de la libertad de pensamiento y de conciencia, y enemigo del fanatismo y del tradicionalismo literario. Le preocuparon también los problemas sociales y se mostró asimismo como un escritor moralista, defensor de la justicia y la verdad.

Publicó varios libros de cuentos y novelas cortas, como Pipá, Doña Berta, Cuentos morales, El Señor y lo demás son cuentos... Es también autor de dos novelas: La Regenta (1884) y Su único hijo (1891). La Regenta, que no tuvo demasiado éxito en su momento, es considerada hoy una de las mejores novelas de la literatura española.

El tema de La Regenta no es solo el drama de la insatisfacción de la protagonista (Ana Ozores, La Regenta), sino también el retrato moral y social de una ciudad provinciana y aburrida (Vetusta = Oviedo) y, por extensión, de la España de la época de la Restauración: la hipocresía, la falsa religiosidad y la corrupción del clero y de la aristocracia decadente fueron algunos de los aspectos denunciados por Clarín.

Fragmento de "La desheredada".

¿Pero las horas se han vuelto minutos? La noche vuela, y yo no duermo. Daré otra vuelta y cerraré los ojos; los apretaré aunque me duelan... ¿Por qué no puedo estar quieta un ratito largo? ¿Qué es esto que salta dentro de mí? ¡Ah!, son los nervios, los pícaros nervios, que cuando el corazón toca, ellos se sacan a bailar unos a otros. ¡Qué suplicio! Me muero de insomnio... Un baile en aquellos salones, Cielo santo, ¡qué hermoso será! ¡Cuándo verás en ti, garganta mía, enroscada una serpiente de diamantes, y tú, cuerpo, arrastrando una cola de gro!... Me gustan, sobre todas las cosas, los colores bajos, el rosa seco, el pajizo claro, el tórtola, el perla. Para gustar de los colores chillones ahí están esas cursis de Emilia y Leonor... ¡Cómo me agradan los terciopelos y las felpas de tonos cambiantes! Un traje negro con adornos de fuego, o claro con hojas de Otoño resulta lindísimo... El buen gusto nace con la persona...

Vamos, gracias a Dios que me duermo. Poquito a poco me va ganando el sueño. Al fin descansaré: bien lo necesito... Ya llegan los convidados, mi abuelita me manda que los reciba. Estoy preciosa esta noche... Entran ya. ¡Cuánta sonrisa, cuánto brillante, qué variedad de vestidos, qué bulla magnífica! y... en fin, ¡qué cosa tan buena! Hay una tibieza en el aire que me desvanece; me zumban los oídos, y en los espejos veo un temblor de figuras que me marea. Pero esto es precioso, y ya que una ha de morirse, porque no hay más remedio, que se muera aquí. ¡Jesús, qué cosa tan buena! Mi vestido es motivo de admiración. Eso bien se conoce. Acaba de llegar Joaquín y se dirige hacia mí... ¿Qué campanas son estas? ¡Las cuatro! Si estoy despierta, si no he dormido nada, sí estoy en mi cuarto miserable... Dios no quiere que yo descanse esta noche. Me volveré de este otro lado...

                                                                                               La desheredada (1881)
                                                                                               Benito Pérez Galdós

Fragmento de "Doña Perfecta".

Ved con cuánta tranquilidad se consagra a la escritura la señora doña Perfecta. Penetrad en su cuarto, a pesar de lo avanzado de la hora,Y la sorprenderéis en grave tarea, compartido su espíritu entre la meditación y unas largas y concienzudas cartas que traza a ratos con segura pluma y correctos perfiles. Dale de lleno en el rostro y busto y manos la luz del quinqué, cuya pantalla deja en dulce penumbra el resto de la persona y la pieza casi toda. Parece una figura luminosa evocada por la imaginación en medio de las vagas sombras del miedo.

Es extraño que hasta ahora no hayamos hecho una afirmación muy importante, y es que Doña Perfecta era hermosa, mejor dicho, era todavía hermosa, conservando en su semblante rasgos de acabada belleza. La vida del campo, la falta absoluta de presunción, el no vestirse, el no acicalarse, el odio a las modas, el desprecio de las vanidades cortesanas eran causa de que su nativa hermosura no brillase o brillase muy poco. También la desmejoraba mucho la intensa amarillez de su rostro, indicando una fuerte constitución biliosa.

Negros y rasgados los ojos, fina y delicada la nariz, ancha y despejada la frente, todo observador la consideraba como acabado tipo de la humana figura: pero había en aquellas facciones cierta expresión de dureza y soberbia que era causa de antipatía. Así como otras personas, aun siendo feas, llaman, doña Perfecta despedía. Su mirar, aun acompañado de bondadosas palabras, ponía entre ella y las personas extrañas la infranqueable distancia de un respeto receloso; mas para las de casa, es decir, para sus deudos, parciales y allegados, tenía una singular atracción. Era maestra en dominar, y nadie la igualó en el arte de hablar el lenguaje que mejor cuadraba a cada oreja.

Su hechura biliosa, y el comercio excesivo con personas y cosas devotas, que exaltaban sin fruto ni objeto su imaginación, la habían envejecido prematuramente, y, siendo joven, no lo parecía. Podría decirse de ella que con sus hábitos y su sistema de vida se había labrado una corteza, un forro pétreo, insensible, encerrándose dentro como el caracol en su casa portátil. Doña Perfecta salía pocas veces de su concha.


                                                                                                Doña Perfecta (1876)
                                                                                                Benito Pérez Galdós

Benito Pérez Galdós.

Benito Pérez Galdós, el novelista español más importante del siglo XIX, nació en Las Palmas de Gran Canaria, en 1843. En 1862 se marchó a estudiar Derecho a Madrid, donde residió el resto de su vida. Las calles y ambiente de dicha ciudad constituyeron el escenario de muchas de sus novelas.

Ideológicamente se definió como progresista y anticlerical. Con el paso del tiempo, sus ideas se fueron radicalizando y adoptó posturas republicanas cercanas al socialismo.

Sus último años no fueron nada fáciles: Se vio en apuros económicos (y, para intentar resolverlo, probó fortuna en el teatro), perdió la vista y sus enemigos ideológicos impidieron que le fuese concedido el premio Nobel. Finalmente, falleció en 1920.

Galdós escribió setenta y siete novelas, a través de las cuales se puede reconstruir la vida española del siglo XIX. Todo lo que hay en ellas (personajes, escenarios..) procede de la observación directa de la realidad; la socidad española de la época es su materia narrativa y fuente de inspiración.

En su producción novelística, de clara orientación realista y naturalista, se hallan también otras modalidades narrativas, como la novela histórica y la novela psicológica.

El propio escritor dividió sus novelas en dos grupos:

Novelas de la primera época (publicadas antes de La desheredada, en 1881).
Destacan las novelas de tesis. En ellas se defienden las posturas progresistas y combate la instransigencia política y el fanatismo religioso, los dos obstáculos principales que, según el autor, impedían el progreso de la sociedad. Como ejemplos tenemos Doña Perfecta (1876), Gloria (1877) y La familia de León Roch (1878).

Novelas españolas contemporáneas (escritas entre 1881 y 1915).
En ellas (que, en total son 24) se refleja, en el más puro estilo realista, la sociedad y el ambiente del Madrid de la época, especialmente de las clases medias. Ya no condena o exalta a sus personajes por sus pensamientos (liberales o tradicionalistas) como hacía en las novelas de tesis, sino que se limita a observarlos en su ambiente. La sociedad reflejada por Galdós es pobre, moralmente mediocre, materialista, dominada por la hipocresía, la ineficacia administrativa y el «quiero y no puedo». Con frecuencia, la vida privada de los personajes se mezcla con los grandes acontecimientos nacionales públicos. Las más conocidas son La desheredada (1881), La de Bringas (1884), Fortunata y Jacinta (1886-1887), Miau (1888) o Misericordia (1897).

Los Episodios Nacionales 
Constituyen un grupo propio. Son 46 novelas históricas en las que Galdós se propuso contar las historia de España del siglo XIX, desde los sucesos ocaecidos en Trafalgar (1805) y la guerra de Incependencia (1808) hasta la Restauración (1875).

Fragmento de "La madre naturaleza".

Entre tanto llovía a más y mejor. Sin embargo, así que hubo pasado cosa de una hora, el 
chubasco se aplacó casi repentinamente, pareció que la gruta se llenaba de claridad, y una bocanada 
de fragancia húmeda la inundó: el tufo especial de la tierra refrigerada y el hálito de las flores, que 
respiran al salir del baño. También a los refugiados se les dilataron los pulmones, y a un mismo 
tiempo se lanzaron fuera del escondrijo, hacia la boca de la cueva. 

Allí se pararon deslumbrados por inesperado espectáculo. La atmósfera, en su parte alta, estaba 
barrida de celajes, diáfana y serena: lucía el sol, y sobre el replegado ejército de nubes, se erguía 
vencedor, con inusitada limpidez y magnificencia, un soberbio arco iris, cuyo arranque surgía del 
monte del Pico Medelo, cogía en medio su alta cúspide, y venía a rematar, disfumándose, en las 
brumas del río Avieiro.

                                                                                                    La madre naturaleza (1887)
                                                                                                    Emilia Pardo Bazán

Fragmento de "Los pazos de Ulloa".

Oyó risas, cuchicheos, jarana alegre, impropia del lugar y la ocasión. Tenía delante una pareja hechicera, iluminada por el sol que ya ascendía aproximándose a la mitad del cielo. Era el muchacho el más guapo adolescente que puede soñar la fantasía; y si de chiquitín se parecía al Amor antiguo, la prolongación de líneas que distingue a la pubertad de la infancia le daba ahora semejanza notable con los arcángeles y ángeles viajeros de los grabados bíblicos, que unen a la lindeza femenina y a los rizados bucles asomos de graciosa severidad varonil. En cuanto a la niña, espigadita para sus once años, hería el corazón de Julián por el sorprendente parecido con su pobre madre a la misma edad: idénticas largas trenzas negras, idéntico rostro pálido, pero más mate, más moreno, de óvalo más puro, de ojos más luminosos y mirada más firme.

                                                                                                   Los pazos de Ulloa (1886)
                                                                                                   Emilia Pardo Bazán.

Emilia Pardo Bazán.

Emilia Pardo Bazán fue una escritora gallega (La Coruña, 1851 - Madrid, 1921), tolerante y abierta a las nuevas corrientes de pensamiento de su época. Su temperamento independiente y su lucha a favor de la emancipación social e intelectual de la mujer le causaron no pocos problemas en los círculos intelectuales.

Escribió novelas, cuentos (más de quinientos), y artículos de crítica literaria. El naturalismo influyó en buena parte de sus novelas, sobre todo en las dos más importantes, que fueron Los pazos de Ulloa (1886) y La madre naturaleza (1887), ambas ambientadas en el mundo rural gallego.

Si bien la escritora utilizó técnicas literarias del Naturalismo, como la objetividad narrativa, adoptó una postura crítica ante el fondo filosófico del Naturalismo a causa de su determinismo social. 


La novela realista en España.

Iniciada a mediados del siglo XIX con el llamado prerrealismo (Fernán Caballero y Pedro Antonio de Alarcón). Es un realismo impregnado aún de elementos románticos, pero la descripción más o menos objetiva de escenas, costumbres y personajes de la vida cotidiana sustituye las evocaciones históricas o legendarias del Romanticismo.

Alcanzó su apogeo a partir de la Restauración, en las décadas de los setenta y los ochenta, con autores como Juan Valera, José Mª de Pereda, Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas, Clarín o Emilia Pardo Bazán, entre otros. Estos autores fueron los encargados de reflejar, en sus argumentos de ficción, la vida real de sus contemporáneos (ocupaciones, formas de hablar y de pensar..), haciendo especial hincapié en las clases medias, pues eran las que mejor conocían los autores y de donde procedía la mayoría de los lectores.

Existió una tendencia por parte de los autores a ambientar sus obras en un entorno regional, con un propósito descriptivo. Así, las novelas de Valera se ambientaron en Andalucía; las de Pereda, en Cantabria; las de Galdós, en Madrid; las de Clarín, en Asturias; las de Pardo Bazán, Galicia.

También son frecuentes en esta época las llamadas novelas de tesis, en las que el argumento y los personajes son utilizados para ensalzar o defender unas ideas determinadas.

viernes, 14 de noviembre de 2014

El Naturalismo.

El Naturalismo es concebido como un método de conocimiento y análisis de la realidad, que parte de los postulados del Realismo. Surgió en Francia en las últimas décadas del siglo XIX. Su creador fue el novelista Émile Zola, que tomó de las teorías filosóficas y científicas las bases de su doctrina:

-El determinismo biológico y social.
El hombre no es libre, a pesar de parecerlo. Su comportamiento está marcado (determinado) por la herencia biológica y por las circunstancias sociales en las que nace y desarrolla su vida.

-El método experimental.
El novelista, al igual que el naturalista o el científico en sus investigaciones, experimenta con los personajes. Para ello, crea situaciones en las que los personajes debe reaccionar y se justifica dicha reacción por la influencia por la herencia biológica y las circunstancias sociales.

La aplicación de estas cuestiones da como resultado una novela en la que predominan los asuntos relacionados con lo más sórdido y miserable de la sociedad: alcoholismo, bajas pasiones...

La novela como expresión literaria del Realismo.

El término Realismo, utilizado tanto en arte como en literatura para designar a aquellas obras que intentan imitar o copiar la realidad (como, en este caso sería el Lazarillo de Tormes una obra realista), en la segunda mitad del siglo XIX se reviste de unas características específicas.

El género fundamental del realismo es la novela. Esta se concibe como «un espejo a través del tiempo», en el que se representan unos hechos verosímiles, que les ocurren a unos personajes «copiados del natural», o dicho de otra manera, extraídos de la realidad de la época, y  que ocurre en lugares reconocibles. La acción de espejo puede realizarla de dos maneras distintas. Por una parte, mediante la descripción de costumbres, ambientes y formas de vida colectivas (lo social, muchas veces con un sentido crítico). Y por otro lado, mediante la descripción de caracteres y costumbres (lo psicológico). En muchas ocasiones, ambas maneras suelen aparecer fusionadas dando lugar a personajes que poseen estrechos lazos con el ambiente.

Para retratar esta realidad con objetividad, el autor recurre a la observación y la documentación. El deseo de la objetividad lo lleva a adoptar un papel de cronista imparcial, representado en la mayoría de ocasiones como un narrador omnisciente. La voz del narrador se entrelaza con diálogos entre personajes, mediante los cuales se quiere dar a entender la forma de hablar de los personajes de acuerdo con su cultura, condición social...

Estructuralmente, la novela es lineal. Este término indica que los hechos aparecen representados en el mismo orden en el que suceden y se organizan según el tradicional esquema de presentación, nudo y desenlace.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El teatro romántico.

En el siglo XIX, el teatro muestra unas características específicas, entre las que figuran:

-Rechazo de las reglas neoclásicas de unidad de acción, lugar y tiempo.
-Temas legendarios, históricos y novelescos.
-Los autores trasladan a escena su visión romántica de la vida: amores imposibles por encima de los convencionalismos sociales, libertad, rebeldía, suicidios..
-Ambientes fuera de lo común: escenas nocturnas, castillos, cementerios..
-El objetivo es conmover al espectador.

Existen dos obras a destacar:

Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del duque de Rivas.
Don Álvaro, un indiano rico y misterioso que vive en Sevilla, tiene un romance con doña Leonor, hija del Marqués de Calatrava. Como éste no aprueba esos amores, don Álvaro decide raptar de su casa a doña Leonor. En la huida de los amantes, el Marqués muere accidentalmente. Este hecho da inicio a la tragedia de los protagonistas. Los enamorados desaparecen. Doña Leonor vive oculta durante un año, de modo que todos, incluso don Álvaro, la creen muerta. Después, se retira al monasterio de los Ángeles, en Hornachuelos.

Don Álvaro viaja a Italia. Los dos hijos del Marqués, don Carlos y don Alfonso, han jurado vengar la muerte de su padre y salen en busca del indiano. En Veletri se encuentran y reconocen don Álvaro y don Carlos, lo que lleva a un duelo donde perece don Carlos. Don Álvaro sobrevive y se refugia en el convento de los Ángeles, en España, donde vive como fraile durante cuatro años. Por su parte, don Alfonso, que había viajado a Perú, descubre toda la verdad sobre don Álvaro y regresa a buscarle. Segundo duelo obligado, en el cual cae herido don Alfonso. Ambos descubren que doña Leonor vive en la cercana ermita, y don Alfonso, creyéndola cómplice de don Álvaro, la mata. Para don Álvaro, la única escapatoria a su destino es el suicidio, de modo que se arroja desde la montaña diciendo: «Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador».

Don Juan Tenorio (1844) de José de Zorrilla
La obra narra las peripecias de don Juan Tenorio, un joven caballero entregado a una vida desenfrenada de apuestas, amoríos y duelos. El comienzo de la trama es de hecho una apuesta entre él y otro joven por ver quién en un año hace más maldad con más fortuna. Esto a su vez desencadena otra apuesto a ser posible más descabellada que consiste en que don Juan consiga seducir a una joven novicia, doña Inés, y a la prometida del otro joven. Don Juan con gran maestría va consiguiendo todo lo que se propone, pero cada vez su alma se va perdiendo más y más. Al final de la obra debe de enfrentarse literalmente a sus fantasmas y solo el amor que por él siente la joven Inés es capaz de salvarle de perecer eternamente en el infierno







El gran éxito que tuvo el teatro romántico en España se explica, en gran parte, por el fracaso de la dramaturgia neoclásica del siglo XVIII, que no caló en los gustos populares. Frente a las intenciones didácticas del teatro dieciochesco, los románticos pretendían emocionar al espectador.

Fragmento de artículo periodístico (Vuelva usted mañana).

Un extranjero seguí— que corre a un país que le es desconocido, para arriesgar en él sus caudales, pone en circulación un capital nuevo, contribuye a la sociedad, a quien hace un inmenso beneficio con su talento y su dinero. Si pierde, es un héroe; si gana, es muy justo que logre el premio de su trabajo, pues nos proporciona ventajas que no podíamos acarrearnos solos. Ese extranjero que se establece en este país, no viene a sacar de él el dinero, como usted supone; necesariamente se establece y se arraiga en él, y a la vuelta de media docena de años, ni es extranjero ya, ni puede serlo; sus más caros intereses y su familia le ligan al nuevo país que ha adoptado; toma cariño al suelo donde ha hecho su fortuna, al pueblo donde ha escogido una compañera; sus hijos son españoles, y sus nietos lo serán; en vez de extraer el dinero, ha venido a dejar un capital suyo que traía, invirtiéndole y haciéndole producir; ha dejado otro capital de talento, que vale por lo menos tanto como el del dinero; ha dado de comer a los pocos o muchos naturales de quien ha tenido necesariamente que valerse; ha hecho una mejora, y hasta ha contribuído al aumento de la población con su nueva familia. Convencidos de estas importantes verdades, todos los gobiernos sabios y prudentes han llamado a sí a los extranjeros: a su grande hospitalidad ha debido siempre la Francia su alto grado de esplendor; a los extranjeros de todo el mundo que ha llamado la Rusia, ha debido el llegar a ser una de las primeras naciones en muchísimo menos tiempo que el que han tardado otras en llegar a ser las últimas; a los extranjeros han debido los Estados Unidos... Pero veo por sus gestos de usted concluí interrumpiéndome oportunamente a mí mismo que es muy difícil convencer al que está persuadido de que no se debe convencer. ¡Por cierto, si usted mandara, podríamos fundar en usted grandes esperanzas! [La fortuna es que hay hombres que mandan más ilustrados que usted, que desean el bien de su país, y dicen: "Hágase el milagro y hágalo el diablo." Con el Gobierno que en el día tenemos, no estamos ya en el caso de sucumbir a los ignorantes o a los malintencionados, y quizá ahora se logre que las cosas vayan a mejor, aunque despacio, mal que les pese a los batuecos.]

Concluída esta filípica, fuíme en busca de mi Sans-délai.

Me marcho, señor Fígaro me dijo. En este país no hay tiempo para hacer nada; sólo me limitaré a ver lo que haya en la capital de más notable. 

¡Ay! mi amigo le dije, idos en paz, y no queráis acabar con vuestra poca paciencia; mirad que la mayor parte de nuestras cosas no se ven.

¿Es posible?

¿Nunca me habéis de creer? Acordáos de los quince días...

Un gesto de monsieur Sans-délai me indicó que no le había gustado el recuerdo.

Vuelva usted mañana nos decían en todas partes, porque hoy no se ve.
                                                                                                            Vuelva usted mañana
                                                                                                            Mariano José de Larra

Fragmento de artículo periodístico (En este país).

«En este país...», ésta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. «¿Qué quiere usted?» -decimos-, «¡en este país!» Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarle perfectamente con la frasecilla: «¡Cosas de este país!», que con vanidad pronunciamos y sin pudor alguno repetimos.

¿Nace esta frase de un atraso reconocido en toda la nación? No creo que pueda ser éste su origen, porque sólo puede conocer la carencia de una cosa el que la misma cosa conoce: de donde se infiere que si todos los individuos de un pueblo conociesen su atraso, no estarían realmente atrasados. ¿Es la pereza de imaginación o de raciocinio que nos impide investigar la verdadera razón de cuanto nos sucede, y que se goza en tener una muletilla siempre a mano con que responderse a sus propios argumentos, haciéndose cada uno la ilusión de no creerse cómplice de un mal, cuya responsabilidad descarga sobre el estado del país en general? Esto parece más ingenioso que cierto.

Creo entrever la causa verdadera de esta humillante expresión. Cuando se halla un país en aquel crítico momento en que se acerca a una transición, y en que, saliendo de las tinieblas, comienza a brillar a sus ojos un ligero resplandor, no conoce todavía el bien, empero ya conoce el mal, de donde pretende salir para probar cualquiera otra cosa que no sea lo que hasta entonces ha tenido. Sucédele lo que a una joven bella que sale de la adolescencia; no conoce el amor todavía ni sus goces; su corazón, sin embargo, o la naturaleza, por mejor decir, le empieza a revelar una necesidad que pronto será urgente para ella, y cuyo germen y cuyos medios de satisfacción tiene en sí misma, si bien los desconoce todavía; la vaga inquietud de su alma, que busca y ansía, sin saber qué, la atormenta y la disgusta de su estado actual y del anterior en que vivía; y vésela despreciar y romper aquellos mismos sencillos juguetes que formaban poco antes el encanto de su ignorante existencia.

Éste es acaso nuestro estado, y éste, a nuestro entender, el origen de la fatuidad que en nuestra juventud se observa: el medio saber reina entre nosotros; no conocemos el bien, pero sabemos que existe y que podemos llegar a poseerlo, si bien sin imaginar aún el cómo. Afectamos, pues, hacer ascos de lo que tenemos para dar a entender a los que nos oyeron que conocemos cosas mejores, y nos queremos engañar miserablemente unos a otros, estando todos en el mismo caso.

                                                                                                  En este país
                                                                                            Mariano José de Larra

Mariano José de Larra.

Nació en 1809, en la ciudad de Madrid. A los diecinueve años comenzó a publicar folletos, tales como El duende satírico del día y El pobrecito hablador, así como también comenzó a colaborar en revistas y periódicos con un seudónimo que lo hizo famoso: Fígaro. Desesperado por el entorno social que le rodeaba y por la ruptura de relaciones con su gran amor, Dolores Armijo, decidió, en 1837, optar por el suicidio, a la edad de veintiocho años.

Larra es claramente distinguido por poseer una personalidad crítica, una actitud reformadora y europeizante, por su lucha por la libertad y la tolerancia y sus dotes de observador irónico de la realidad.

Fue el gran periodista español del siglo XIX, por lo que lo más importante de su obra son sus artículos periodísticos, divididos en tres grandes grupos, según su temática:

-Artículos de costumbres:
Son los más conocidos, tienen como tema los males de la sociedad española de la época: la grosería y la falta de educación (El castellano viejo), la inoperancia de la administración y la pereza (Vuelva usted mañana), el pensamiento tan negativo de los españoles hacia su propio país (En este país)..

-Artículos políticos:
En ellos Larra critica el absolutismo y a intransigencia (causantes, segun él, del atraso español), y elogia el progreso, la tolerancia y la libertad. Algunos de los más importantes son La alabanza o que me prohíban este y Nadie pase sin hablar al portero.

-Artículos de crítica literaria:
Reflejan los gustos estéticos del autor, principalmente su defensa de la libertad en el campo artístico y la aceptación de las innovaciones teatrales del Romanticismo.

En todos los artículos destaca su estilo ágil, irónico e ingenioso, así como un análisis profundo de la psicología de los españoles.

Entrevista a Gustavo Adolfo Bécquer.

Supongamos que Gustavo Adolfo Bécquer nunca falleció, sino que, de alguna manera fantástica e imaginativa, fue congelado desde su muerte, en 1870, hasta hoy, un día normal del año 2014. Al salir, lo primero que se encuentra es con un hombre que le enseña el mundo tal y como es hoy en día para que pueda ubicarse (pues el mundo es muy distinto), y posteriormente Bécquer accede a un entrevista con un periodista que está interesado en él. Podríamos imaginar que la conversación sería así:

-Buenos dias y bienvenido señor Bécquer.
-No crea usted que tan buenos, pero agradecido me hallo por la bienvenida.
-¿De veras? Dígame, ¿por qué no los considera buenos?
-¡Dios mío! Mire a su alrededor. ¿Quién podría ser feliz en esta sociedad tan insensible?
-Discúlpeme señor Bécquer, pero no termino de entenderle.
-Por favor, ¿sería usted capaz de decirme que le gusta su estilo de vida? ¿Que le gusta salir a la calle y no ver más que jóvenes atados a esas máquinas tan extrañas que parecen saberlo todo, de todo el mundo?
-Bueno, se podría decir que estamos viviendo una Revolución tecnológica..
-¡Deje de decir sandeces! ¡Una revolución es aquella que produzca un cambio en la sociedad cuando la situación en ella es insostenible! No puede llamar revolución a algo que está complicando la vida de las personas. Y permítame rectificar, pero esta estupidez no solo engancha a jóvenes, sino también a adultos, hechos y derechos, que deberían emplear su tiempo pegados a ese artificio en escribir algo inteligente, o quizá no tan inteligente, pero escribir siempre será una de las cosas más bonitas y admiradas desde mi punto de vista.
-Entiendo su forma de ver esto, y es obvio que muchas personas estarían de acuerdo con usted, no lo dudo, pero este cambio nos ha permitido mantener la comunicación con familiares lejanos, así como estrechar unos mayores lazos entre amigos. Además, podemos saber las noticias de cualquier país, algo realmente importante en los ámbitos de economía y política. Y no debería olvidar mencionarle que ha mejorado en muchas maneras la educación.
-¿Está usted insinuando que mi educación, para la cual no asistí a ningún tipo de clases, es peor por no haberla trabajado con la tecnología de hoy en día?
-¡No, por favor, para nada!
-Eso espero, porque para poseer un mínimo de cultura solo debemos sentarnos en nuestra mesa a leer libros, novelas, artículos, poemas y demás escritos por grandes artistas, tales como José de Espronceda o Mariano José de Larra.
-Disculpe si le he ofendido, pero no era mi intención.
-Aceptos sus disculpas, pero mida sus palabras con más cuidado.

Rima XXI.

—¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!

                                                                        Gustavo Adolfo Bécquer.

Rima LIII (Volverán las oscuras golondrinas).

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

  Pero aquellas que el  vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres...

¡Esas... no volverán!

  Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

  Pero aquellas, cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día...

        ¡esas... no volverán!

  Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

  Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido...; desengáñate,

     ¡Así... no te querrán!

                                                                   Gustavo Adolfo Bécquer

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Gustavo Adolfo Bécquer.

Gustavo Adolfo Bécquer nació en 1856, en la ciudad de Sevilla, quedando huérfano en su niñez. Al cumplir los dieciocho años, se mudó a Madrid para acabar llevando una vida bastante pobre y bohemia, trabajando en periódicos y revistas literarias. En 1857 contrajo la tuberculosis y comenzó a tener sus primeros desengaños amorosos. En 1861 se casó con su mujer, de la cual se separó, aunque posteriormente se reconciliaron. Hasta su muerte, acaecida en 1870, vivió del periodismo y de algún cargo oficial.
Bécquer representa, junto a Rosalía de Castro, la corriente lírica intimista y sentimental del Romanticismo español. Se suele decir de él que era un «romántico rezagado» o posromántico, ya que, cuando comenzó a escribir (segunda mitad del siglo XIX), otra corriente ideológica había barrido al Romanticismo en la mayor parte de Europa: el Realismo.
La poesía de Bécquer era sencilla en la forma pero llena de sentimiento y emoción. Esto implica ser el polo opuesto al estilo retórico y declamatorio de los primeros románticos, tal como José de Espronceda.
En 1871, ya fallecido el poeta, sus amigos decidieron reunir todas sus obras en un libro al que titularon Las Rimas, contando con 79 obras en la edición original y alguna más en las posteriores. La rima que aparece en estas obrar es asonante, generalmente, y de métrica variada.  La primera edición de este libro ardió en un accidental incendio.
En Las Rimas, los temas más frecuentes, por orden son:
-La poesía (rimas I-XI) unida al sentimiento y misterio.
-El amor (rimas XII-XXIX).
-El desengaño (rimas XXX-LI), con los sentimientos provocados: melancolía, tristeza..
-La soledad (rimas LI-LXXVI), con amargas reflexiones sobre el sentido de la vida y el miedo a la muerte.

Canto del cosaco.

Donde sienta mi caballo los pies,
no vuelve a nacer yerba.
Atila

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!

La Europa os brinda espléndido botín:

sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

¡Hurra! ¡a caballo, hijos de la niebla!
Suelta la rienda, a combatir volad:
¿veis esas tierras fértiles?, las puebla
gente opulenta, afeminada ya.

Casas, palacios, campos y jardines,
todo es hermoso y refulgente allí:
son sus hembras celestes serafines,
su sol alumbra un cielo de zafir.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

Nuestros sean su oro y sus placeres,
gocemos de ese campo y ese sol;
son sus soldados menos que mujeres,
sus reyes viles mercaderes son.

Vedlos huir para esconder su oro,
vedlos cobardes lágrimas verter...
¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro
huellen nuestros caballos con sus pies.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

Dictará allí nuestro capricho leyes,
nuestras casas alcázares serán,
los cetros y coronas de los reyes
cual juguetes de niños rodarán.

¡Hurra! ¡volad! a hartar nuestros deseos:
las más hermosas nos darán su amor,
y no hallarán nuestros semblantes feos,
que siempre brilla hermoso el vencedor.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

Desgarraremos la vencida Europa
cual tigres que devoran su ración;
en sangre empaparemos nuestra ropa
cual rojo manto de imperial señor.

Nuestros nobles caballos relinchando
regias habitaciones morarán;
cien esclavos, sus frentes inclinando,
al mover nuestros ojos temblarán.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

Venid, volad, guerreros del desierto,
como nubes en negra confusión,
todos suelto el bridón, el ojo incierto,
todos atropellándose en montón.

Id en la espesa niebla confundidos,
cual tromba que arrebata el huracán,
cual témpanos de hielo endurecidos
por entre rocas despeñados van.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

Nuestros padres un tiempo caminaron
hasta llegar a una imperial ciudad;
un sol más puro es fama que encontraron,
y palacios de oro y de cristal.

Vadearon el Tibre sus bridones,
yerta a sus pies la tierra enmudeció;
su sueño con fantásticas canciones
la fada de los triunfos arrulló.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
hambrienta en vuestras manos de matar?
¿No veis entre la niebla aparecerse
visiones mil que el parabién nos dan?

Escudo de esas míseras naciones
era ese muro que abatido fue;
la gloria de Polonia y sus blasones
en humo y sangre convertidos ved.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
¿Quién sus hijos triunfante encadenó?
¿Quién puso fin a sus gloriosos días?
¿Quién en su propia sangre los ahogó?

¡Hurra, cosacos! ¡gloria al más valiente!
Esos hombres de Europa nos verán:
¡Hurra! nuestros caballos en su frente
hondas sus herraduras marcarán.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

A cada bote de la lanza ruda,
a cada escape en la abrasada lid,
la sangrienta ración de carne cruda
bajo la silla sentiréis hervir.

Y allá después en templos suntüosos,
sirviéndonos de mesa algún altar,
nuestra sed calmarán vinos sabrosos,
hartará nuestra hambre blanco pan.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

Y nuestras madres nos verán triunfantes,
y a esa caduca Europa a nuestros pies,
y acudirán de gozo palpitantes
en cada hijo a contemplar un rey.

Nuestros hijos sabrán nuestras acciones,
las coronas de Europa heredarán,
y a conquistar también otras regiones
el caballo y la lanza aprestarán.

¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.

                                                                                Canto del cosaco               
                                                                                José de Espronceda

Canción del pirata.

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín;
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
Y allá a su frente Estambul:

-Navega, velero mío,
  sin temor
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

A la voz de ¡barco viene!,
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena
quizá en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento,
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
     
                                                                 Canción del pirata
                                                                   José de Espronceda